Pulgarcito – C. Perrault


Había una vez un pobre campesino que una noche junto al hogar, atizando el fuego, le dijo a su mujer mientras ésta hilaba, sentada a su lado: The Story of Tom Thumb. From Playhour (1957). Original artwork loaned for scanning by the Illustration Art Gallery.

– ¡Qué triste es no tener hijos! ¡Qué silencio en esta casa, mientras en las otras todo es ruido y alegría!

– Sí -respondió la mujer, suspirando-. Aunque fuese uno solo, y aunque fuese pequeño como el pulgar, me daría por satisfecha. Lo querríamos más que nuestra vida.

Sucedió que la mujer se sintió descompuesta, y al cabo de siete meses trajo al mundo un niño que, si bien perfectamente conformado en todos sus miembros, no era más largo que un dedo pulgar.
Y dijeron los padres:

– Es tal como lo habíamos deseado, y lo querremos con toda el alma. En consideración a su tamaño, le pondremos por nombre Pulgarcito.

Lo alimentaban tan bien como podían, pero el niño no crecía, sino que seguía tan pequeño como al principio. De todos modos, su mirada era avispada y vivaracha, y pronto mostró ser listo como el que más, y muy capaz de salirse con la suya en cualquier cosa que emprendiera.

Un día en que el leñador se disponía a ir al bosque a buscar leña, dijo para sí, hablando a media voz:

– «¡Si tuviese a alguien para llevarme el carro!.»

– ¡Padre! -exclamó Pulgarcito-, yo te llevaré el carro. Puedes estar tranquilo; a la hora debida estará en el bosque.

Y, su padre, riendo, le contestó: pulgarcito 2

– ¿Cómo te las arreglarás? ¿No ves que eres demasiado pequeño para manejar las riendas?

– No importa, padre. Sólo con que madre enganche, yo me instalaré en la oreja del caballo y lo conduciré adonde tú quieras.

– «Bueno -pensó el hombre-, no se perderá nada con probarlo.»

Cuando llegó la hora convenida, la madre enganchó el caballo y puso a Pulgarcito en su oreja; y así iba el pequeño dando órdenes al animal:

– «¡Arre! ¡Soo! ¡Tras!.»

Todo marchó a pedir de boca, como si el pequeño hubiese sido un carretero consumado, y el carro tomó el camino del bosque. Pero he aquí que cuando, al doblar la esquina, el rapazuelo gritó:

– «¡Arre, arre!,»

Acertaban a pasar dos forasteros:

– ¡Toma! -exclamó uno-, ¿qué es esto? Ahí va un carro, el carretero le grita al caballo y, sin embargo, no se le ve por ninguna parte.

– ¡Aquí hay algún misterio! -asintió el otro-. Sigamos el carro y veamos adónde va. Pero el carro entró en el bosque, dirigiéndose en línea recta al sitio en que el padre estaba cortando leña.

Al verlo Pulgarcito, gritó:

– ¡Padre, aquí estoy, con el carro, bájame a tierra!

El hombre sujetó el caballo con la mano izquierda, mientras con la derecha sacaba de la oreja del rocín a su hijito, que se sentó sobre una brizna de hierba. Al ver los dos forasteros a Pulgarcito se quedaron mudos de asombro, hasta que, al fin, llevando uno aparte al otro, le dijo:

– Oye, esta menudencia podría hacer nuestra fortuna si lo exhibiésemos de ciudad en ciudad. Comprémoslo.

Y, dirigiéndose al leñador, dijeron:

– Véndenos este hombrecillo, lo pasará bien con nosotros.

– No -respondió el padre-, es la luz de mis ojos, y no lo daría por todo el oro del mundo.

Pero Pulgarcito, que había oído la proposición, agarrándose a un pliegue de los calzones de su padre, se encaramó hasta su hombro y le murmuró al oído:

– Padre, déjame que vaya; ya volveré. pulgarcito 3

Entonces el leñador lo cedió a los hombres por una bonita pieza de oro.

– ¿Dónde quieres sentarte? -le preguntaron.

– Ponme en el ala de vuestro sombrero; podré pasearme por ella y contemplar el paisaje: ya tendré cuidado de no caerme.

Hicieron ellos lo que les pedía, y, una vez Pulgarcito se hubo despedido de su padre, los forasteros partieron con él y anduvieron hasta el anochecer. Entonces dijo el pequeño:

– Déjame bajar, lo necesito.

– ¡Bah!, no te muevas -le replicó el hombre en cuyo sombrero viajaba el enanillo-. No voy a enfadarme; también los pajaritos sueltan algo de vez en cuando.

– No, no -protestó Pulgarcito-, yo soy un chico bien educado; bájame, ¡deprisa!

El hombre se quitó el sombrero y depositó al pequeñuelo en un campo que se extendía al borde del camino. Pegó él unos brincos entre unos terruños y, de pronto, se escabulló en una gazapera que había estado buscando.

– ¡Buenas noches, señores, pueden seguir sin mí! -les gritó desde su refugio, en tono de burla.

Acudieron ellos al agujero y estuvieron hurgando en él con palos, pero en vano; Pulgarcito se metía cada vez más adentro; y como la noche no tardó en cerrar, hubieron de reemprender su camino enfurruñados y con las bolsas vacías. Cuando el niño estuvo seguro de que se habían marchado, salió de su escondrijo.

– «Eso de andar por el campo a oscuras es peligroso -díjo-; al menor descuido te rompes la crisma.»

Por fortuna dio con una valva de caracol vacía:

– «¡Bendito sea Dios! -exclamó-. Aquí puedo pasar la noche seguro.»

Y se metió en ella. Al poco rato, a punto ya de dormirse, oyó que pasaban dos hombres y que uno de ellos decía.

– ¿Cómo nos las compondremos para hacernos con el dinero y la plata del cura?

– Yo puedo decírtelo -gritó Pulgacito.

– ¿Qué es esto? -preguntó, asustado, uno de los ladrones-. He oído hablar a alguien. Se pararon los dos a escuchar, y nuestro pequeño héroe prosiguió:

-Llevenme con ustedes, yo les ayudaré.

– ¿Dónde estás? – Busca por el suelo, fíjate de dónde viene la voz -respondió.

Al fin lo descubrieron los ladrones y la levantaron en el aire:

– ¡Infeliz microbio! ¿Tú pretendes ayudarnos?

– Mira -respondió él-. Me meteré entre los barrotes de la reja, en el cuarto del cura, y os pasaré todo lo que queráis llevaros.

– Está bien -dijeron los ladrones-. Veremos cómo te portas.

Al llegar a la casa del cura, Pulgarcito se deslizó en el interior del cuarto, y, ya dentro, gritó con todas sus fuerzas:

– ¿Quieren llevarse todo lo que hay aquí?

Los rateros, asustados, dijeron:

– ¡Habla bajito, no vayas a despertar a alguien!

Pero Pulgarcito, como si no les hubiese oído, repitió a grito pelado:

– ¿Qué quieren? ¿Van a llevarse todo lo que hay?

Le oyó la cocinera, que dormía en una habitación contigua, e, incorporándose en la cama, se puso a escuchar. Los ladrones, asustados, habían echado a correr; pero al cabo de un trecho recobraron ánimos, y pensando que aquel diablillo sólo quería gastarles una broma, retrocedieron y le dijeron:

– Vamos, no juegues y pásanos algo.

Entonces Pulgarcito se puso a gritar por tercera vez con toda la fuerza de sus pulmones:

– ¡Se los daré todo enseguida; sólo tienen que alargar las manos!

La criada, que seguía al acecho, oyó con toda claridad sus palabras y, saltando de la cama, se precipitó a la puerta, ante lo cual los ladrones echaron a correr como alma que lleva el diablo.

La criada, al no ver nada sospechoso, salió a encender una vela, y Pulgarcito se aprovechó de su momentánea ausencia para irse al pajar sin ser visto por nadie. La doméstica, después de explorar todos los rincones, volvió a la cama convencida de que había estado soñando despierta.pulgarcito 4

Pulgarcito trepó por los tallitos de heno y acabó por encontrar un lugar a propósito para dormir. Deseaba descansar hasta que amaneciese, y encaminarse luego a la casa de sus padres.

Pero aún le quedaban por vivr muchas otras aventuras. ¡Nunca se acaban las penas y tribulaciones en este bajo mundo! Al rayar el alba, la criada saltó de la cama para ir a alimentar al ganado. Entró primero en el pajar y tomó un brazado de hierba, precisamente aquella en que el pobre Pulgarcito estaba durmiendo.
Y es el caso que su sueño era tan profundo, que no se dio cuenta de nada ni se despertó hasta hallarse ya en la boca de la vaca, que lo había arrebatado junto con la hierba.

– ¡Válgame Dios! -exclamó-. ¿Cómo habré ido a parar a este molino?

Pero pronto comprendió dónde se había metido. Era cosa de prestar atención para no meterse entre los dientes y quedar reducido a papilla. Luego hubo de deslizarse con la hierba hasta el estómago.

– En este cuartito se han olvidado de las ventanas -dijo-. Aquí el sol no entra, ni encienden una lucecita siquiera.

El aposento no le gustaba, y lo peor era que, como cada vez entraba más heno por la puerta, el espacio se reducía continuamente. Al fin, asustado de veras, se puso a gritar con todas sus fuerzas:

– ¡Basta de forraje, basta de forraje!

La criada, que estaba ordeñando la vaca, al oír hablar sin ver a nadie y observando que era la misma voz de la noche pasada, se espantó tanto que cayó de su taburete y vertió toda la leche.

Corrió hacia el señor cura y le dijo, alborotada:

– ¡Santo Dios, señor párroco, la vaca ha hablado!

– ¿Estás loca? -respondió el cura; pero, con todo, bajó al establo a ver qué ocurría.

Apenas puesto el pie en él, Pulgarcito volvió a gritar:

– ¡Basta de forraje, basta de forraje!

Se pasmó el cura a su vez, pensando que algún mal espíritu se había introducido en la vaca, y dio orden de que la mataran. Así lo hicieron; pero el estómago, en el que se hallaba encerrado Pulgarcito, fue arrojado al estercolero.

Allí trató el pequeñín de abrirse paso hacia el exterior, y, aunque le costó mucho, por fin pudo llegar a la entrada. Ya iba a asomar la cabeza cuando le sobrevino una nueva desgracia, en forma de un lobo hambriento que se tragó el estómago de un bocado.

Pero él no se desanimó.

– «Tal vez pueda entenderme con el lobo,» pensó.

Y, desde su panza, le dijo:

– Amigo lobo, sé de un lugar donde podrás comer a gusto.

– ¿Dónde está? -preguntó el lobo.

– En tal y tal casa. Tendrás que entrar por la alcantarilla y encontrarás bollos, tocino y embutidos para darte un hartazgo –.

Y le dio las señas de la casa de sus padres. El lobo no se lo hizo repetir; se escurrió por la alcantarilla, y, entrando en la despensa, se hinchó hasta el hartarse. Ya harto, quiso marcharse; pero se había llenado de tal modo, que no podía salir por el mismo camino. Con esto había contado Pulgarcito, que, dentro del vientre del lobo, se puso a gritar y alborotar con todo el vigor de sus pulmones.

– ¡Cállate! -le decía el lobo-. Vas a despertar a la gente de la casa.

– ¡Y qué! –replicó-. Tú bien te has llenado, ahora me toca a mí divertirme -y reanudó el griterío.

Despertaron, por fin, su padre y su madre y corrieron a la despensa, mirando al interior por una rendija. Al ver que dentro había un lobo, volvieron a buscar, el hombre, un hacha, y la mujer, una hoz.

– Quédate tú detrás -dijo el hombre al entrar en el cuarto-. Yo le pegaré un hachazo, y si no lo mato, entonces le abres tú la barriga con la hoz.

Oyó Pulgarcito la voz de su padre y gritó:

– Padre mío, estoy aquí, en la panza del lobo.

Y exclamó entonces el hombre, gozoso:

– ¡Alabado sea Dios, ha aparecido nuestro hijo! -y mandó a su mujer que dejase la hoz, pulgarcitopara no herir a Pulgarcito. Levantando el brazo, asestó un golpe tal en la cabeza de la fiera, que ésta se desplomó, muerta en el acto. Subieron entonces a buscar cuchillo y tijeras, y, abriendo la barriga del animal, sacaron de ella a su hijito.

– ¡Ay! -exclamó el padre-, ¡cuánta angustia nos has hecho pasar!

– Sí, padre, he corrido mucho mundo; a Dios gracias vuelvo a respirar el aire puro.

– ¿Y dónde estuviste?

– ¡Ay, padre! Estuve en una gazapera, en el estómago de una vaca y en la panza de un lobo. Pero desde hoy me quedaré con ustedes.

– Y no volveremos a venderte por todos los tesoros del mundo -dijeron los padres, acariciando y besando a su querido Pulgarcito.

Le dieron de comer y de beber y le encargaron vestidos nuevos, pues los que llevaba se habían estropeado durante sus correrías.

Educar en valores: la igualdad de género


igualdad 1Cuántas veces hemos oído o incluso dicho estas frases:

“Se oyen gritos en el parque: un niño y una niña se han caído de una rueda que iba toda velocidad. Felizmente, ninguno ha resultado herido, pero se han hecho daño al caer al suelo. El padre de la niña corre a levantarla, la consuela y saca unos pañuelos de papel para limpiarle las lágrimas. El padre del chico lo coge en sus brazos, le hace una carantoña, lo abraza y le dice: ¡vamos, no llores como una niña, que tú eres un chico!

Carmen quiere hacer boxeo tailandés: su madre le dice que eso es cosa de chicos. Pedro baila claqué, ¡le encanta! sus amigos le dice que una nenaza, que la danza es cosa de chicas. María está en un equipo de fútbol femenino, juega muy bien y mete muchos goles, Sus amigos dice que es un verdadero chicazo. A David le encanta peinar a las muñecas de su hermana: a su padre no le gusta demasiado, y David se ha dado cuenta de que cada vez que lo hace, su padre le propone jugar al scalextric para que deje de jugar a las muñecas… “

(“Los chicos y las chicas” – Brigitte Labbé – Michel Puech)

Como venimos viendo a lo largo del blog, uno de los objetivos de la educación es enseñar a nuestros hijos a comportarse igualdad3según los valores y pautas socioculturales existentes, es la base para inculcar cualquier conducta o hábito. También hemos visto que para ello, el principal papel lo desempeña la familia y se continúa en la escuela. Hoy día resulta difícil mostrar a los más pequeños el gran problema de la desigualdad entre hombres y mujeres y tratar de inculcar valores que trasmitan que todas las personas tienen los mismos derechos, pero para erradicar la violencia de género es imprescindible comenzar por educar a los niños desde pequeños en el respeto hacia los demás.

En la familia es el primer lugar donde se perpetúan los roles que la sociedad ha establecido para hombres y mujeres. Numerosos estudios nos demuestran las diferentes actitudes, comportamientos, actitudes etc. que tienen con sus hijos o hijas según su sexo: a las niñas se les potencia la sensibilidad, el miedo, la obediencia, la dependencia, la afectividad. A los niños la agresividad, la competitividad, la independencia…

Incluso en la escuela algunos educadores y educadoras no se comportan igual con chicos y chicas. Desde la infancia ellos y ellas también han recibido mensajes sexistas en todos los ámbitos de la vida, y por tanto, transmiten inconscientemente lo que han aprendido.Igualdad II

A veces, los juicios de valor y el discurso del profesorado están mediatizados por los estereotipos tradicionales; pueden ser propensos a detectar aquello que están esperando encontrar, por ejemplo pueden tender a creer que las niñas son más constantes y menos intuitivas que los niños, más ordenadas, más trabajadoras, más responsables, más maduras …

¿Cómo podemos empezar?:

  • Desmontando las “etiquetas” destructivas y sexistas como: “Cada día lo haces peor”, “todos son iguales”, “mujer tenía que ser”, “me avergüenzo de ti”, “eres un desastre”, etc. Este leguaje negativo provoca verdaderos estragos en la formación de una persona bloqueando su seguridad, aumentando la culpabilidad y destruyendo su autoestima.
  • Estando atentos a reforzar y alentar todo aquello positivo de nuestros hijos.
  • Nadie puede educar si no se acepta y estima a sí mismo, porque mal puede valorar y aceptar a los demás quien no se quiere y valora a sí mismo.
  • Tratando a cada hijo o hija como persona distinta, diferente, independiente y libre. Hay que aceptar su individualidad, que es sagrada y permitirle ser él o ella mismo/a, dejarle seguir su camino y su vocación.
  • Debemos reflexionar sobre los efectos que producen las respuestas de nuestros hijos en nuestras propias conductas y actitudes negativas como los insultos o las formas violentas, contribuyendo de esa manera a evitar situaciones educativas lamentables y así enmendar nuestras acciones. Hasta los seis o siete años de edad los niños poseen una moral denominada «heterónoma», es decir, que su motivación para hacer las cosas de una manera u otra es responder como papá y mamá desearían: lo que dicen los padres son «verdades absolutas». Conforme se hacen mayores van comprendiendo mejor por qué es importante actuar de cierta forma y no de otras, pero siguen guiándose por lo que ven en casa, especialmente hasta los doce años. De ahí la tremenda importancia de educar a los niños a través del ejemplo para desarrollar una educación cívica, así que como siempre, hay que  predicar con el ejemplo.cartel_juguetes no sexistas copy
  • Los estereotipos donde más se fomentan es en el hogar. ¿Habéis pensado alguna vez cosas como quién guisa en casa?, ¿quién cambia las bombillas?, etc. Debemos tratar de compartir los distintos papeles.
  • La educación es amor, ciencia, arte, respeto, espontaneidad, tolerancia, creatividad, ternura, paciencia, etc…
  • Educar es actuar siempre desde la madurez, desde la coherencia interna, desde la propia verdad y realidad de que somos humanos y estamos en constante aprendizaje – tú aprendes de mí, yo aprendo de ti- ofreciendo lo mejor de nosotros sin prepotencias ni alardeos, desde el respeto y la humildad.
  • Si nos dirigimos a nuestros hijos de manera suave y respetuosa, pidiendo por favor y dando las gracias, que sin gritar,  pegar, ni castigar de forma desproporcionada, si ponemos límites estrictos a las conductas agresivas y valoramos y respetamos sus propuestas y pensamientos, tenemos muchas posibilidades de que nuestros hijos crezcan pacíficos, valorando la paz y ayudando en este difícil camino que es la construcción de la no-violencia.

No debemos:

  1. Aplicar parámetros distintos según el sexo de nuestro hijo o hija.
  2. Dejar perdidos a nuestros hijos sin unas normas precisas y claras para que les guíen y les proporcionen seguridad.
  3. Ejercer la educación por la fuerza y a nuestro antojo de forma autoritaria o caprichosa.

muestraPortadaExisten juegos, libros o documentos audiovisuales que pueden ayudarnos enseñar de forma sencilla y entretenida a los más jóvenes estos valores tan necesarios para conseguir un mundo completamente igualitario.

Ilustra esta entrada el cuento de los Hermanos Grimm “La Casita de Chocolate”, que aparte de servir para ayudarnos a enseñarles a afrontar las dificultades también sirve para la igualdad y la solidaridad.

El libro del que he copiado el párrafo del principio, pertenece a la serie “Piruletas de Filosofía” de Ediciones SM, y está indicado para niños y niñas a partir de 8 años.

También para esta edad pueden leer » Caballero o caballera lo sabrás a la primera» de Enrique Lluch y Girbés en la Colección Tucán y que nos sirve para aprendan sobre la tolerancia, la solidaridad, igualdad de oportunidades entre sexos, familia, respeto a los mayores, tradiciones y culturas.

«Oliver Button es una nena» de Tomie de Paola de Editorial Susaeta, en el que Oliver es un niño entre ocho y diez años al que no le gusta jugar a lo que se supone que tienen que jugar los niños. Prefiere otras actividades que, aunque la mayoría no se consideran exclusivamente femeninas, al no ser “las típicas masculinas” tanto los compañeros del colegio como sus padres le consideran un bicho raro.

Cuentos recomendados: Lucía quiere ser astronauta, ¿Sabéis lo que pasa?,

¿Qué son los valores humanos?


valores

Vivimos en una sociedad donde los valores escasean, están de baja. Se oye decir mucho: “¡Qué más da…!…¡Todo da igual!”. Este encogerse de hombros y de energías, singular reflejo de una crisis de vida, de una época de desaliento y desencanto, de confusión y de promesas incumplidas, de falta de horizontes…me parece que tiene una causa: falta de valores.

De entrada digamos que no todo da igual. No es lo mismo ser solidario que no serlo. No es lo mismo la fidelidad que la infidelidad. No es lo mismo la bondad que la falta de bondad.

No es lo mismo la gratitud que la ingratitud. No es lo mismo la responsabilidad que la irresponsabilidad. No es lo mismo la sinceridad que la insinceridad. Las cosas no valen todas igual. Las cosas tienen cada una su propio peso. Cada cosa es portadora de valores y hay que descubrirlos.

1. ¿Qué son los valores?

Valor es aquello que hace buenas a las cosas, aquello por lo que las apreciamos, por lo que son dignas de nuestra atención y deseo. El valor es todo bien encerrado en las cosas, descubierto con mi inteligencia, deseado y querido por mi voluntad. Los valores dignifican y acompañan la existencia de cualquier ser humano.
El hombre podrá apreciarlos, si es educado en ellos. Y educar en los valores es lo mismo que educar moralestudiar-sin-esfuerzomente, pues serán los valores los que enseñan al individuo a comportarse como hombre, como persona. Pero se necesita educar en una recta jerarquía de valores.

El valor, por tanto, es la convicción razonada y firme de que algo es bueno o malo y de que nos conviene más o menos.
Los valores reflejan la personalidad de los individuos y son la expresión del tono moral, cultural, afectivo y social marcado por la familia, la escuela, las instituciones y la sociedad en que nos ha tocado vivir.

2. ¿Con qué descubrimos los valores y con qué los ponemos en práctica?

El hombre tiene dos facultades superiores muy nobles: la inteligencia y la voluntad.

A) Con la inteligencia el hombre descubre que las cosas son portadores de valores, tienen valores. Gracias a la inteligencia él sabe que puede comportarse sensatamente y guiarse no por el capricho, sino por lo que la razón le hace entender que es bueno. Con la inteligencia puede sopesar las cosas.

B) Con la voluntad libre: rompe su indiferencia frente a las cosas y decide lo que aquí y ahora vale más para él y elige. Y al elegir, jerarquiza las cosas y se compromete con lo que elige. Al hacer esto forma en sí ACTITUDES que pronto se convertirán en hábitos operativos. Si lo que ha elegido es bueno y le perfecciona, entonces llega a la VIRTUD, que es la disposición permanente a comprometerse como hombre, a hacerse más hombre.

valores23. Valores más importantes

Autenticidad – Bondad – Agradecimiento – Autonomía –  Amistad – Autoconocimiento –  
Autocontrol – Autoestima – Austeridad – Alegría – Altruismo – Belleza – Calma – Compasión – Comprensión – Confianza –  Cordialidad – Creatividad – Generosidad – Decisión – Diálogo –felicidad
Delicadeza – Dignidad – Diligencia – Diversión – Disciplina – Disponibilidad – Dolor – Educación –
Eficacia – Elegancia – Entusiasmo – Equilibrio –
Esfuerzo – Esperanza – Espiritualidad – Estabilidad –
Carácter – Éxito – Familiaridad –  Fe – Felicidad- Fidelidad – Firmeza – Flexibilidad – Fortaleza – Gozo intelectual – Gratitud – Heroicidad – Higiene mental – Honestidad – Honradez-  – Hospitalidad – Humanidad – Humildad – Humor – Ideal – Identidad – Ilusión – Iniciativa – Justicia – Laboriosidad – Libertad – Lealtad – Modestia – Imaginación –  Madurez – Magnanimidad – Mansedumbre – Mayores – Misericordia – Modelos – Moral – Naturalidad – Obediencia – Optimismo – Orden – Paciencia – Paz – Piedad – Placer – Poder – Realización – Razonabilidad – Reflexión – Relajación mental – Respeto – Responsabilidad – Riqueza – Sabiduría – Salud y bienestar – Seguridad – Sencillez – Sentimiento  – esfuerzo
Serenidad – Sexualidad – Silencio -Singularidad – Solidaridad – Tiempo – ToleranciaTrabajo – Trascendencia – Urbanidad – Valentía – Voluntad – Vulnerabilidad.

4. Tipos de valores

Hay estos tipos de valores:

a) Valores espirituales

b) Valores morales o humanos

* Valores personales

* Valores familiares

* Valores sociales

Por supuesto que debe haber una jerarquía de valores, que depende de la educación que uno ha tenido. ¿Cuál debería ser la verdadera jerarquía?

5. ¿Quiénes educan en valores?

familia-numerosa Todos influimos en los valores, pero el que se educa es uno mismo: los valores los hace suyos el sujeto. Cada individuo se forma a sí mismo, descubriendo los valores con su propia libertad experiencial en la familia, en el colegio, en la calle, por la televisión y demás medios de comunicación.

Son las personas más significativas para el niño o el joven las que más influyen en su experiencia de los valores: padres, maestros, educadores, tutores, sacerdotes…
Durante los primeros años de vida y los primeros de la adolescencia tiene gran importancia los grupos o equipos: escultismo, deporte, catequesis, voluntariado social, misiones.

6. Ventajas y frutos de los valores

Una vez interiorizados, los valores se convierten en guías y pautas que marcan las directrices de una conducta coherente. Se convierten en ideales, indicadores del camino a seguir. De este modo, nos permiten encontrar sentido a lo que hacemos, tomar las decisiones pertinentes, responsabilizarnos de nuestros actos y aceptar sus consecuencias. Nos permiten definir con claridad los objetivos de la vida. Nos ayudan a aceptarnos tal y como somos y estimarnos. Nos hacen comprender y estimar a los demás. Facilitan la relación madura y equilibrada con el entorno, con las personas, acontecimientos y cosas, proporcionándonos un poderoso sentimiento de armonía personal.

Por: Patricia Sandino

Los dos viajeros – Clarís de Florián


Compadre Tomás y su amigo Lubín
iban los dos a pie a la ciudad vecina.

Tomás halla, en el camino,
una bolsa llena de monedas.

La mete en su bolsillo. Lubín, con gran contento, le dice :

– “¡Qué suerte hemos tenido!”.

– No – responde fríamente Tomás – ;
“hemos “ no está bien dicho, “he” es más correcto.

Lubín no se atreve a chistar. Mas, al dejar el llano,
encuentran a unos ladrones en el bosque escondidos.

Tomás, temblando y no sin causa,ladrón
dice :

– “Estamos perdidos”.

– No – contesta Lubín
“estamos” no es muy lógico ; “estás” es otra cosa.

Dicho esto, se escapan a través de los bosques.

Atenazado por miedo, Tomás pronto es alcanzado
y tiene que entregar la bolsa.

De: http://www.bibliotecasvirtuales.com/