La leyenda del perro y el hombre


El perro es el mejor amigo del hombre , ¡cuántas veces habremos escuchado esta expresión! pero … ¿conocéis la leyenda de origen de esta expresión?amor perro y niño

Cuenta la leyenda que en la tierra todos vivían juntos, los hombres y los animales.  Un día, el Señor desde el cielo dijo que se iban abrir unas grietas en el suelo y que cada uno debería de elegir donde quedar y en ese grupo se quedaría ya para siempre.

Comenzó a temblar el suelo y se fueron haciendo grupos de animales afines entre ellos.

Por su parte, el perro, que se encontraba en el lado contrario al hombre, dio un gran salto arriesgando su vida para situarse junto a él, ya que le consideraba su fiel amigo. Desde entonces, el ser humano se encuentra emocionalmente ligado al perro y su relación es de amistad incondicional.

Las sillas mágicas (para aprender a perder)


Esta mañana llueve en la ciudad donde vive Bruno, conforme se va acercando la tan deseada hora del recreo, los niños miran por la ventana con tristeza porque saben que, si no deja de llover no podrán salir de clase para jugar con sus amigos y no, no tiene pinta de dejar de llover.

Cuando suena el timbre que marca la hora de salir al recreo, la lluvia aún es más intensa y los niños protestan porque quieren salir a jugar con los amigos de otras clases.

Aunque en clase están calentitos, no hay espacio para jugar y con lo único que pueden entretenerse es leyendo un libro del rincón de la pequeña biblioteca y no es algo que les atraiga mucho después de dar una clase de lengua con lectura incluida. Prefieren jugar al futbol, al escondite, al pillado… y ninguna de esas cosas se puede hacer dentro de la clase, al menos eso piensan ellos.

Viendo la cara de aburrimiento de unos y harta de escuchar las protestas de otros, a María se le ocurre una idea para que sus alumnos se diviertan un poco dentro del aula.

La maestra pide silencio y cuando ya todos se han callado, manda a un par de alumnos a por el equipo de música a secretaria y al resto de niños a que aparten las mesas y pongan todas las sillas en un círculo. Todas menos una.

– ¿Qué vamos a hacer con tantas sillas? – pregunta un niño con curiosidad.

– Esperad que vengan vuestros compañeros y lo veréis.- dice María sonriendo.

Al instante, llegan los niños con el equipo de música y María comienza a explicar cómo se juega a “Las sillas Musicales”. Con unas cuantas sillas, forma un circulo y pide a unos cuantos niños, entre los que se encuentra Bruno, que se coloquen de pie alrededor de ellas.

Una vez colocados y enchufado el equipo, pide a otro niño que ponga el CD en marcha y comienza a sonar la música. Siguiendo a la maestra, los niños comienzan a dar vueltas alrededor de las sillas hasta que, a la señal de María, el niño detiene la música y al ver a María sentarse, el resto de los niños hacen lo mismo, menos Bruno que se comienza a pelear con uno de los niños para que se levante de la silla.

– ¡Esa es mi silla, quítate de ahí!- le grita mientras le empuja para echarle de la silla.

– Bruno es un juego. Si te has quedado sin silla, tendrás que esperar a que terminemos de jugar para comenzar de nuevo. Pídele perdón a tu compañero.- le pide María sorprendida por su comportamiento.

– Pero es mi silla, el me la ha quitado. No le pienso pedir perdón.- dice el niño cruzándose de brazos.

– Muy bien, si eso es lo que quieres, ve a tu sitio y quédate ahí hasta que pienses si está bien lo que has hecho y si merece la pena enfadarse por una tontería, en lugar de divertirte con tus amigos.- le insiste María viendo la terquedad de Bruno.

Bruno obedece y se va a su sitio, pensando todavía que lo que están haciendo es perder el tiempo haciendo tonterías con unas cuantas sillas. Pero a medida que ve a sus amigos jugando y riendo, va cambiando su forma de pensar y siente hasta un poco de envidia al ver lo bien que se lo están pasando.

Arrepentido por lo que ha hecho, Bruno mira de reojo al compañero al que ha intentado tirar de la silla, pero su orgullo le impide ir a pedirle perdón. Nunca ha perdido en ningún juego y está enfadado todavía por haber perdido en un juego al que él considera que es absurdo, pero con el que se están divirtiendo el resto de los amigos.

María, que sigue jugando con los demás niños, ve que Bruno parece haberse calmado ya de su enfado inicial y decide acercarse a razonar con el niño.

Mientras los demás niños siguen jugando a las “Sillas musicales” olvidándose de la lluvia que sigue cayendo fuera, María habla con Bruno sobre lo que ha pasado y lo importante que es saber perder sin enfadarse y los buenos momentos y amigos que se puede perder por comportarse así.

Bruno le pide si puede llamar a su amigo, le da mucha vergüenza pedirle perdón delante de todos los compañeros después de cómo se ha comportado en la clase. María acepta con una sonrisa y llama al niño con el que Bruno se ha peleado.

Ambos se disculpan y se dan un gran abrazo, al que los demás reciben con un aplauso.  Como todavía quedan unos minutos antes de que finalice el recreo, deciden volver a jugar con los demás y Bruno le promete a sus compañeros y a María que no volverá a enfadarse cuando pierda en un juego.

De: https://www.educapeques.com/

La niña de nieve


Sentada en el rincón de la chimenea, la anciana suspiraba quedamente mientras revolvía la sopa: nunca se había sentido tan triste.

Muchos, muchos años habían pasado y habían dejado el peso de los inviernos sobre sus hombros y habían encanecido sus cabellos sin traerle siquiera un hijito. Tanto a ella como a su viejo y querido esposo les apenaba su falta, porque fuera había muchos niños jugando en la nieve.

Les resultaba duro aceptar que ninguno fuera en verdad el suyo. Pero, ¡ay!, ahora ya no les quedaban esperanzas de obtener tal bendición.

No verían nunca un gorrito de piel colgado de la repisa de la chimenea, ni dos zapatillas secándose junto al fuego.

El anciano trajo un haz de leña y se sentó. Luego, mientras oía a los niños reírse y batir palmas, miró por la ventana. Allí estaban, bailando alegremente alrededor del muñeco de nieve que acababan de hacer.

Se sonrió al ver el evidente parecido que el muñeco tenía con el alcalde del pueblo, tan gordo y pomposo era.

-Mira, Marusha -le dijo a su mujer-. Ven a ver el muñeco que han hecho.

Juntos ante la ventana, se rieron al ver cuánto se divertían los niños. De repente, el anciano se volvió hacia Marusha con una brillante idea.

-Salgamos a ver si nosotros también podemos hacer un muñequito de nieve.

Pero la anciana se rió de él.

-¿Qué dirían los vecinos?

Se burlarían de nosotros, seríamos el hazmerreír del pueblo. Ya somos demasiado viejos para jugar como niños.

-Sólo uno pequeño, Marusha, solamente un muñeco pequeñín. Yo me ocuparé de que nadie nos vea.

-De acuerdo, de acuerdo –dijo ella riéndose-, haremos lo que quieras, Youshko, como siempre.

Dicho esto, apartó la olla del fuego, se puso un gorro y salieron. Al pasar junto a los niños, se detuvieron y se quedaron jugando un momento con ellos, porque ahora ellos también se sentían casi como niños.

Luego avanzaron con dificultad por la nieve hasta llegar a un bosquecillo; y, detrás de él, allí donde la nieve era blanca y hermosa y nadie podía verlos, se sentaron a hacer el muñeco.Resultado de imagen de Cuento la niña de nieve

Youshko se empeñó en que debía ser muy pequeño y su mujer estuvo de acuerdo en que debía tener casi el tamaño de un recién nacido.

Arrodillados en la nieve, modelaron el cuerpecito en un abrir y cerrar de ojos. Ahora únicamente les faltaba la cabeza para finalizar.

Dos gordas bolas de nieve formaron las mejillas y el rostro, y una muy grande la cabeza. Luego colocaron un puñado para la nariz e hicieron dos agujeros, uno a cada lado, a modo de ojos.

No bien estuvo terminado, retrocedieron para mirarlo, riéndose y aplaudiendo como dos niños.
De pronto, se detuvieron. ¿Qué había ocurrido? ¡Algo muy extraño, por cierto!. Allí donde estaban los agujeros, vieron dos melancólicos ojos azules que lesmiraban.

Luego, el rostro del pequeño muñeco dejó de ser blanco. Las mejillas se volvieron redondas, tersas y brillantes, y dos labios rosados comenzaron a sonreírles.

Un soplo de viento barrió la nieve de la cabeza, transformándola en unos bucles muy rubios que escapaban de un blanco gorro de piel y caían sobre sus hombros.

Al mismo tiempo, un poco de nieve, resbalando por el cuerpecito, cayó y tomó la forma de una bonita prenda blanca.

Luego, de repente y antes de que pudieran reaccionar, el muñeco se había convertido en la más bella niñita que jamás hubieran visto.

Se miraron el uno al otro de soslayo e, incrédulos, se rascaron la cabeza.

Pero aquello era tan real como la vida misma. Allí ante ellos estaba de pie la niña, toda de rosa y blanco. Estaba viva de verdad, pues corrió hacia ellos. Y cuando se agacharon para alzarla, puso un brazo alrededor del cuello de la anciana y con el otro cogió el del anciano y les dio a cada uno un beso y un abrazo.

Rieron y lloraron de felicidad y, luego, recordando súbitamente cuán reales pueden parecer algunos sueños, se pellizcaron el uno al otro.

Aun así no se creyeron seguros, pues los pellizcos podían ser parte del sueño. Y, ante el temor de despertarse y que se rompiera el encanto, arroparon rápidamente a la pequeña y emprendieron el regreso a casa.

Por el camino encontraron a los niños, que todavía jugaban con su muñeco; las bolas de nieve que les lanzaron por detrás eran muy reales, pero, aun así, también podían haber sido parte del sueño.

Aunque cuando estuvieron dentro de la casa y vieron la chimenea, la olla de sopa junto al fuego, el haz de leña a un costado y todo tal cual lo habían dejado, se miraron con lágrimas en los ojos y ya no volvieron a temer que todo aquello fuera un sueño.

De pronto, allí estaban el gorrito blanco de piel colgando de la repisa de la chimenea y los zapatitos secándose al calor del fuego, mientras la anciana cogía a la niña en su regazo y le cantaba suavemente una nana.

El anciano puso la mano sobre el hombro de su esposa y ella alzó la vista.Resultado de imagen de Cuento la niña de nieve

-¡Marusha!

-¡Youshko!

-¡Al fin tenemos una niñita! La sacamos de la nieve, así que la llamaremos Snegorotchka.

La anciana asintió con la cabeza y luego se besaron. Cuando terminaron de cenar se fueron a la cama seguros de que, por la mañana temprano, encontrarían a la niña todavía con ellos. Y no se equivocaron.

Allí estaba, de pie entre los dos, parloteando y riéndose. Pero había crecido y su cabello era ahora dos veces más largo que la noche anterior.

Cuando ella los llamó «papá» y «mamá», sintieron un placer tan grande como si fueran jóvenes y estuvieran bailando ágilmente; pero, en lugar de bailar, se abrazaron y lloraron de alegría.

Aquel día lo celebraron con un gran banquete. Marusha estuvo ocupada toda la mañana cocinando todo tipo de delicias, mientras su marido daba vueltas por el pueblo para reunir a los violinistas.

Todos los niños y las niñas del lugar fueron invitados; comieron, cantaron, bailaron y se divirtieron hasta el amanecer. Mientras volvían a casa, las niñas hablaban de lo bien que lo habían pasado, pero los niños estaban muy silenciosos; pensaban en la bella Snegorotchka, con sus ojos azules y sus dorados cabellos.

Después de aquel día la pequeña de Marusha y Youshko jugó con los otros niños y les enseñaba cómo hacer castillos y palacios de nieve con salones de mármol, tronos y hermosas fuentes. Parecía que con la nieve y sus finos dedos podía hacer todo lo que quisiera, como si se construyese ella misma.

Todos estaban encantados, y, sobre todo, cuando les enseñaba cómo bailaban los copos de nieve, primero con enérgicos remolinos y luego suave y delicadamente, ninguno podía pensaren ninguna otra cosa que en la Niña de Nieve.

Era la pequeña reina mágica de los niños, la alegría de los mayores y la luz de las vidas de Marusha y Youshko.

Pero ya se iban terminando los meses de invierno. Con pasos suaves y firmes se retiraban de las cumbres de las montañas y se perdían detrás del horizonte. La tierra comenzaba a cubrirse de verde, los árboles vestían su desnudez y los pájaros del año anterior cantaban las canciones de este año.

Las flores tempranas derramaban su aroma en la brisa y una ráfaga de aire cálido acariciaba las mejillas y alentaba una grata promesa en el aire. Los bosques, los prados y las fuentes estaban inquietos y conmovidos y un nuevo espíritu todo lo envolvía:

«Era como si la Primavera, amarrada durante el largo invierno, quisiese pegar el estirón definitivo para poder expandirse libre.»

Una tarde, Marusha, sentada en el rincón de la chimenea, mientras revolvía la sopa, cantaba una canción, pues nunca se había sentido tan llena de felicidad.

El anciano Youshko acababa de traer un haz de leña que dejó en el suelo. Todo parecía igual que aquella tarde de invierno cuando vieron a los niños bailando alrededor del muñeco de nieve; pero lo que hacía que ahora todo fuera diferente era Snegorotchka, la luz de sus ojos, que, sentada junto a la ventana, contemplaba la verde hierba y el follaje de los árboles.

Youshko, que la estaba mirando, se dio cuenta de que su rostro estaba pálido y sus ojos tenían un tono menos azul de lo habitual.

-¿No te sientes bien, pequeña? -le preguntó.
-No, padre -respondió con tristeza-. ¡Ay, añoro tanto la blanca nieve!

La hierba verde no es ni la mitad de bonita. Me gustaría que la nieve llegase otra vez.

-Pues ¡claro que sí! La nieve llegará nuevamente -contestó el anciano-. ¿Acaso no te gustan las hojas de los árboles y las flores?

-No son tan bonitas como la pura nieve blanca -y la niña tembló.

Al día siguiente ella tenía un aspecto tan triste y estaba tan pálida que sus padres se asustaron y se dirigieron una mirada de inquietud.

-¿Qué le pasa a la niña? -dijo Marusha.

Youshko movió la cabeza mirando alternativamente a Snegorotchka y al fuego.

-Hija mía -dijo al fin-, ¿Por qué no sales a jugar con los demás niños? Están todos divirtiéndose en el bosque; pero he notado que ahora nunca juegas con ellos. ¿Por qué, querida mía?

-Padre, no lo sé, pero mi corazón parece que se convierte en agua cuando el suave y tibio viento me trae el perfume de las flores.

-Nosotros iremos contigo, hija mía -dijo el anciano-, pondré mi brazo sobre ti y te protegeré del viento. Ven, te mostraremos todas las bellas flores del campo, te diremos sus nombres y tú acabarás amándolas..

Marusha retiró la olla del fuego y los tres juntos salieron de casa. Youshko rodeó a la niña con su brazo para protegerla del viento, pero no habían ido muy lejos cuando el cálido perfume de las flores llegó hasta ellos flotando en la brisa, y la Niña de Nieve tembló como una hoja. Los ancianos la besaron y consolaron y se dirigieron al campo, al lugar donde crecían las flores más bonitas.

De repente, mientras atravesaban un bosquecillo de grandes árboles, un brillante rayo de sol se cruzó como un dardo y Snegorotchka se puso la mano sobre los ojos y lanzó un grito de dolor.

Se detuvieron y la miraron. Por un momento, mientras se desmayaba en brazos del anciano, sus ojos se encontraron con los suyos. Y por su rostro se deslizaban lágrimas que, al caer, brillaban a la luz del sol.

Y comenzó a volverse más y más pequeña, hasta que al fin todo lo que quedó de Snegorotchka -Niña de Nieve, Nievecita– era una gota de rocío brillando sobre la hierba, una lágrima que había caído en la corola de una flor. Youshko la recogió con delicadez y, sin decir palabra, se la ofreció a Marusha.

En ese preciso momento los dos ancianos, Marusha y Youshko, comprendieron que su pequeña y querida niña estaba hecha simplemente de nieve y se había derretido al calor del sol.

Cuento popular Ucrania

El árbol de sal


Cuenta la leyenda que cuando Cotaá, el Dios del pueblo Mocoví (de Argentina), creó el mundo, quiso regalarle a los hombres una planta que sirviera de alimento.

Iobec Mapic

Miró y observó bien la tierra, después de mucho pensar, creó el Iobec Mapic, (árbol de sal), una especie de helecho gigante que parece una palmera. Lo esparció por las tierras donde vivían los mocovíes, y así se aseguró que no les faltara alimento. Neepec, el diablo, como siempre, estaba espiando a ver qué hacía Cotaá, cuando vio el hermoso regalo que les había hecho a los hombres, sintió mucha envidia, entonces se propuso destruir la planta, para que no tuvieran con qué alimentarse. Pensó y pensó hasta que se le ocurrió una maldad, se elevó por los aires y fue volando movieshasta unas inmensas salinas. Llenó un cántaro enorme con agua salada para arrojarlo sobre las matas, y así quemarlas con el salitre. Cotaá conocía muy bien las maldades de Neepec, descubrió el plan y lo esperó escondido entre las plantas. Cuando lo vio volcar el agua sobre la selva, acarició la tierra, hundió en ella sus dedos suavemente y entonces las raíces absorbieron el agua. La sal se mezcló con la savia y las hojas tomaron su sabor, las plantas no se murieron. Los mocovíes estaban preocupados, pensaron que habían perdido su alimento, pero Cotaá les mostró que la planta no había perdido su utilidad, como la savia ahora era salada, podían condimentar las carnes de los animales salvajes que cazaran y otros alimentos.

Y dicen que Neepec se fue por ahí a pensar otra maldad para vengarse.

Leyenda argentina

La gallina pinta


Tengo una gallina pinta, pinpiripinta,gallina pinta gorda, pinpirigorda, pinpiripintosa y sorda
que tiene tres pollitos pintos, pinpiripintos,
gordos, pinpirigordos, pinpiripintosos y sordos.
Si la gallina no hubiera sido pinta, pinpiripinta,
gorda, pinpirigorda, pinpiripintosa y sorda
Los pollitos no hubieran sido pintos, pinpiripintos,
gordos, pinpirigordos, pinpiripintosos y sordos.

La zorra y la luna – Esopo


the_fox_and_the_moon_1600x1200Una hermosa noche caminaba una zorra por los campos con el estomago vacío y con gran apetito, cuando al pasar junto a un pozo, vio la luna reflejada en el agua.

Entonces se dijo:

-¿Qué hermoso queso? Bajaré a buscarlo.

Sin más, se instaló en uno de los baldes y bajó a cogerlo.

Pero en cuanto se hundió en el agua, se dio cuenta que era sólo el reflejo de la luna resplandeciente, blanca y llena en el cielo.

Al tratar de salir se encontró presa al fondo del pozo. Ahí se quedo un par de días hasta que acertó a pasar un lobo hambriento como ella, la zorra le llamó diciéndole:

– Amiguito lobo ven a probar de este sabroso queso. Yo ya comí la mitad y te dejo la otra parte para ti porque ya me harté.

La zorra astuta le tendió una trampa al lobo y éste cayo, el lobo se sentó en el otro balde del brocal lo que permitió a la zorra subir Inmediatamente y salir del pozo.

Y ahí se quedó preso el necio lobo.

Moraleja:

“Fácilmente creemos lo que nos conviene creer y cuando nos damos cuenta somos presos de engaños”