Las manchas del sapo


Cuenta la leyenda que hace muchos años, los sapos no tenían manchas en la piel. Les encantaba saltar, zambullirse en las charcas, comer moscas y mosquitos… Hasta aquí, los sapos eran muy similares a los de ahora. Sin embargo, su piel era de un verde reluciente e inmaculado: no tenían ni una sola mancha.

Un día, el águila, al que sapo no podía ni ver, fue a su casa a invitarle a una fiesta que esa noche se celebraba en el cielo: 

– Sapo, esta noche habrá una fiesta increíble en el cielo. ¡Lástima que no puedas venir!. Claro, que podría llevarte yo si quisieras.

– ¡,Ah, una fiesta! ¡Claro que iré! Ven a buscarme esta tarde, pero con una guitarra, que me gusta mucho tocarla y os enseñaré unas cuantas canciones. 

El águila se extrañó de su propuesta, pero accedió a llevarla. Así que esa misma tarde se presentó el águila con la guitarra bajo un ala. El sapo, que ya había ideado un plan para poder llegar al cielo sin que el águila le llevara en las garras, le dijo: 

– Muy bien, águila, pero aún no terminé de arreglarme. ¿Por qué no vas tú y ya iré yo un poco más tarde? 

El águila pensó que el sapo era muy orgulloso y prepotente. ¿Cómo iba a llegar sin su ayuda hasta el cielo si no podía volar? Así que decidió que debía dejarle allí. 

– De acuerdo, sapo, pues allí te espero. Pero sapo, yo que tú no rechazaría mi ayuda… ¡no tienes alas! Jaja… ¡a ver cómo llegas! 

Y antes de que alzara el vuelo, y sin que se diera cuenta el águila, el sapo se metió de un salto en la guitarra entrando por el agujero central. 

Ya en el cielo, y sin que el águila le viera, el sapo salió de la guitarra. Para el asombro de todos, se presentó en medio de las nubes, y como era muy simpático y cantaba muy bien, se hizo con la fiesta y recibió aplausos de todos los invitados. 

Se hizo tarde, y el águila se ofreció a llevar a sapo de vuelta. Pero él, todo orgulloso, también lo rechazó. 

– No hace falta, águila, ya me las apaño yo solo para llegar hasta mi casa. No necesito tu ayuda.

El águila, extrañado y un poco cansado de la falta de humildad del sapo, se dispuso a alzar el vuelo, pero al mirar de reojo se dio cuenta de que el sapo se había metido de un salto en su guitarra. 

– ¡Ahora lo entiendo todo! – pensó.

Leyenda uruguaya

La leyenda del Xoloitzcuintle


xoloitzcuintle

     Cuenta la leyenda que en la época de los aztecas había un dios llamado Xolot, que era el dios de la muerte, del Oeste, de  los espíritus y de los gemelos, señor de las estrellas de la tarde y protector del inframundo.Pegatinas: Xolotl | Redbubble

El dios Xolot tenía cabeza de perro y era hermano de Quetzalcóatl. Una de sus funciones principales era ayudar a los muertos a cruzar al más allá. El dios no estaba solo, lo acompañaba un perro sin pelo, que fue creado de una astilla del hueso de la vida y después fue otorgado a los hombres como un regalo sagrado.

El xoloitzcuintle tenía, según los aztecas, poderes mágicos para proteger a los vivos y guiar a los difuntos al inframundo. Así las personas tenían perros que los cuidaban en vida y cuando morían,  eran sacrificados y enterrados con sus dueños para que los guiaran en su último viaje.

Si alguien trataba mal a uno de esos perros jamás podría entrar al reino de los muertos y vagaría eternamente. De esta manera ningún xoloitzcuintle lo guiaría en su viaje y el dios Xolot no lo recibiría en el inframundo.

El cuento que no quería escribirse (para gestionar la frustración)


El papel estaba en blanco. Savannah debía escribir un cuento para su clase de Lengua, pero el lápiz no se dejaba agarrar. Este bailaba sobre la mesa junto a las pinturas de colores. Era tal la fiesta que al color amarillo le dio un ataque de risa y acabó caído en el suelo. A la pequeña niña no le quedó más remedio que unirse al baile. Cuando sonaba un vals, Savannah consiguió engañar al lápiz y al fin pudo dominarlo.

Sobre el papel escribió: «Érase una vez…», pero las letras desaparecían al instante. Probó entonces con «Había una vez …»  y el resultado fue el mismo. Savannah lo intentó de muchas maneras y para ello no dejó fórmula sin probar: «En un lugar muy lejano… «, «En el antiguo reino…»  pero nada funcionaba.

Como no se daba por vencida decidió empezar el cuento por el final. Y así, con mucho cuidado y bien despacito, escribió ..»… colorín colorado, este cuento se ha acabado». Apenas duraron unos minutos las palabras en el papel. Estas acabaron estallando en unos coloridos fuegos artificiales.

Savannah no estaba consiguiendo escribir su cuento, pero tenía que reconocer que se lo estaba pasando muy bien. La mesa de estudio parecía el escenario de un gran espectáculo. Así que decidió dejarse llevar y unirse a la fiesta. Jugó con todas las pinturas, cantó con el lápiz e hizo un vestido para su muñeca con los papeles.

Al día siguiente, entró en la clase de Lengua con la cabeza bien alta. Aunque no llevaba el cuento escrito como el resto de sus compañeros no estaba preocupada. Había aprendido que a veces aunque se intentan hacer bien las cosas estas no salen como las habíamos pensado. Lo importante era haberlo intentado y haber buscado una solución alternativa. Así, cuando la profesora le pidió su cuento, Savannah le explicó los problemas que había tenido para escribirlo. Sin embargo, su cuento estaba en su cabeza y acudió a la tradición oral para narrarlo en voz alta a sus amigos.

De: https://www.guiainfantil.com/

Los seis ciegos y el elefante


 

Una parábola india para tiempos revueltos: Los 6 ciegos y el ...

En la Antigüedad, vivían seis hombres ciegos que pasaban las horas compitiendo entre ellos para ver quién era el más sabio. Exponían sus saberes y luego decidían entre todos quién era el más convincente.

Un día, discutiendo acerca de la forma exacta de un elefante, no conseguían ponerse de acuerdo. Como ninguno de ellos había tocado nunca uno, decidieron salir al día siguiente a la busca de un ejemplar, y así salir de dudas.

Puestos en fila, con las manos en los hombros de quien les precedía, emprendieron la marcha enfilando la senda que se adentraba en la selva. Pronto se dieron cuenta que estaban al lado de un gran elefante. Llenos de alegría, los seis sabios ciegos se felicitaron por su suerte. Finalmente podrían resolver el dilema.
El más decidido, se abalanzó sobre el elefante con gran ilusión por tocarlo. Sin embargo, las prisas hicieron tropezar y caer de bruces  contra  el costado del animal:

– “El elefante  –exclamó– es como una pared de barro secada al sol”.

El segundo avanzó con más precaución. Con las manos extendidas fue a dar con los colmillos:

– “¡Sin duda la forma de este animal es como la de una lanza!”.

Entonces avanzó el tercer ciego justo cuando el elefante se giró hacía él. El ciego agarró la trompa y la resiguió de arriba a abajo, notando su forma y movimiento.

– “Escuchad, este elefante es como una larga serpiente”.

Era el turno del cuarto sabio, que se acercó por detrás y recibió un suave golpe con la cola del animal, que se movía para asustar a los insectos. El sabio agarró la cola y la resiguió con las manos. No tuvo dudas,

– “Es igual a una vieja cuerda” exclamo.

El quinto de los sabios se encontró con la oreja y dijo:

– “Ninguno de vosotros ha acertado en su forma. El elefante es más bien como un gran abanico plano”.

El sexto sabio que era el más viejo, se encaminó hacia el animal con lentitud, encorvado, apoyándose en un bastón. De tan doblado que estaba por la edad, pasó por debajo de la barriga del elefante y tropezó con una de sus gruesas patas:

– “¡Escuchad! Lo estoy tocando ahora mismo y os aseguro que el elefante tiene la misma forma que el tronco de una gran palmera”.

Satisfecha así su curiosidad, volvieron a darse las manos y tomaron otra vez la senda que les conducía a su casa. Sentados de nuevo bajo la palmera que les ofrecía sombra retomaron la discusión sobre la verdadera forma del elefante. Todos habían experimentado por ellos mismos cuál era la forma verdadera y creían que los demás estaban equivocados.

Moraleja

Para valorar las opiniones de los demás, hay que escuchar.

Cuento hindú

Flores de papel


Estamos en primavera y ¿hay algo mejor que aprender a hacer flores de papel?. Podemos regalarlas, adornar nuestra casa, ponerlas en el pelo o en la ropa. Os dejo un vídeo para que podáis aprender fácilmente a hacerlas con papel higiénico.

Leyenda de la margarita


Cuentan que una flor muy bella crecía en el campo en primavera, su nombre era margarita y vivía rodeada de otras margaritas. Era orgullosa y coqueta, presumiendo por doquier de sus blancos e inmaculados pétalos más bonitos que los de sus compañeras.

Las mariposas y abejas que la sobrevolaban se quedaban extasiados contemplándola, cantando de alegría. Ella se balanceaba, presumida ante tales zumbidos de admiración. Incluso dejaba que los insectos se posaran sobre ella con la condición de que no estropeasen sus hermosos pétalos.

Así vivía feliz la margarita hasta que, un día, una familia acudió al campo a comer, y los niños, asombrados ante la bella margarita, la cogieron para mostrársela a sus padres. Ella, en su inocencia, estaba orgullosa de haber sido la elegida. Pero, la madre les propuso un juego: deshojar la margarita jugando a alternar un «te quiero» y «no te quiero» en cada pétalo que arrancaban.

La margarita, horrorizada al ver que le estaban arrebatando su bellos pétalos comenzó a llorar desconsoladamente hasta que murió de pena. Pero el último pétalo fue un «te quiero» dicho por la madre a sus hijos, y pudo ver unas dulces sonrisas antes de morir.

Desde entonces, este juego de pétalos se ha hecho popular en todo el mundo.