Una zorra que nadaba a través de un río rápido fue llevada por la fuerza de la corriente a un barranco muy profundo, donde quedó durante mucho tiempo muy magullada, enferma, e incapaz de moverse. Un enjambre de moscas hambrientas que chupan sangre se habían colocado sobre ella.
Un erizo, que pasó por ahí, vio su angustia y preguntó si él debería ahuyentar las moscas que la atormentaban.
– De ningún modo, por favor no las molestes.
–¿Cómo es eso? ¿no quiere usted ser librada de ellas?
— No, porque estas moscas que usted ve ya están llenas de sangre, y me pican, pero muy poco, y si usted me libra de éstas que ya están saciados, otras más hambrientos vendrán en su lugar, y terminarán de beber toda la sangre que aún me queda.
Moraleja:
Tomar decisiones con buen juicio ofrece el mayor beneficio