¿Cómo afrontar la pérdida de un ser querido? (II)


A diferencia de los adultos, los niños no experimentan un duelo intenso y continuo de reacciones emocionales y conductuales ante la pena. Los niños pueden mostrar su pena de manera ocasional y breve, pero en realidad, el proceso dura mucho más tiempo que en los adultos y se hace presente en los momentos especiales de sus vidas, como irse de campamento, momentos clave en la escuela, al casarse, o al tener un hijo.etapas2

El modo en que es afrontado el duelo por los niños depende de la edad, la personalidad, de las experiencias previas de la muerte, y de su relación con el difunto. Además, se verá influido por las circunstancias del deceso: el ambiente que rodea al niño, la causa de la muerte, la capacidad de comunicación de los familiares, la estabilidad de la familia tras la muerte y su entorno afectivo.

En general, los niños muestran su dolor en episodios cortos, a través del juego y del comportamiento.

En los niños muy pequeños, se puede presentar como una privación afectiva o falta de cariño, con ansiedad, apatía, pérdida del sueño y/o del apetito.

Durante los dos primeros años de vida el niño percibe la muerte de una persona que lo cuida, como la ausencia de la persona que respondía ante sus necesidades y responderá ante tal ausencia con irritabilidad, lloro, perturbaciones del sueño o de la alimentación, etc., puesto que no puede preguntar sobre las razones de la desaparición y expresar verbalmente su malestar utilizará su cuerpo para mostrar su malestar.

Entre los 3 y 6 años, los niños ya reconocen qué es la muerte física, pero la viven como algo temporal y reversible, por lo que suelen hacer preguntas acerca de cómo transcurre la vida y los actos cotidianos de la persona fallecida, como si ésta viviera en otro lugar. El dolor puede manifestarse como trastornos del sueño, del control de esfínteres, pérdida del apetito…triste1

A partir de los 6 años, los niños empiezan a mostrar curiosidad acerca de la muerte y suelen preguntar datos concretos sobre lo que le pasa al cuerpo cuando uno muere. Pueden ver la muerte como algo definitivo y que amedrenta, pero que le pasa más a la gente vieja. El dolor lo manifiestan como fobias, problemas de aprendizaje, comportamiento agresivo o antisocial, presentar síntomas de enfermedades imaginarias, aislarse o convertirse en niños sumamente apegados y dependientes. Si el fallecido es uno de los padres suelen vivir la situación como de abandono, y reclamar mayor atención.

A partir de los 9-10 años, los niños ya ven la muerte como algo irreversible y tienen mayor capacidad de análisis objetivo de los acontecimientos.

Es importante tener en cuenta los interrogantes que se le plantean al niño, la posibilidad de que se generen vivencias de culpabilidad, asociando hechos o acontecimientos de su comportamiento con la muerte de la persona querida, que le lleven a interpretar que él es responsable de la muerte, o le genere temores acerca de su vida y su futuro. El niño mayor necesita, como el adulto, hablar sobre los acontecimientos que están ocurriendo, Mafalda pensandoparticipar de los preparativos y de los actos del sepelio, dándoles y haciendo evidente el cariño y garantizándoles los cuidados y el entorno de seguridad que necesitan.

Los niños con problemas serios de pena y de pérdida pueden mostrar una o más de las siguientes señales:

• un período prolongado de depresión durante el cual pierde interés en sus actividades y eventos diarios

• insomnio, pérdida del apetito o el miedo prolongado a estar solo

• regresión a una edad más temprana por un período extendido de tiempo

• imitación excesiva de la persona muerta

• decir frecuentemente que quisiera irse con la persona muerta

• aislamiento de sus amiguitos

• deterioro pronunciado en los estudios o el negarse a ir a la escuela

Si estos síntomas persisten, puede que se necesite ayuda profesional. Un psiquiatra de niños y adolescentes u otro profesional de la salud mental capacitado puede ayudar al niño a aceptar la muerte y asistir a los sobrevivientes para que ayuden al niño durante el proceso de pena y luto.

¿Cómo afrontar la pérdida de un ser querido? (I)

¿Cómo afrontar la pérdida de un ser querido? (I)


Cuando un miembro de la familia muere, los niños reaccionan de manera diferente a los adultos. Los niños de edad pre-escolar creen que la muerte es temporal y reversible, esta creencia está reforzada por los personajes en dibujos animados que se mueren y reviven otra vez. Podemos usar un cuento para darles a conocer la pérdida : Buscando estrellas”.

 ¿Cómo afrontar la muerte de un ser querido en un niño?

Los niños de entre cinco y nueve años comienzan a pensar más como los adultos acerca de la muerte, pero todavía no pueden imaginarse que ellos o alguien que ellosMV5BMTg2NTY0MTkxNV5BMl5BanBnXkFtZTYwMzMxMDE3__V1__SX485_SY323_   conocen pueda morir. Por naturaleza, los niños siempre hacen preguntas relacionadas con los sucesos o imágenes que han observado; no obstante, cuando las preguntas se refieren a la muerte, en lugar de respuestas sencillas y sinceras, provoca una aprensión indebida en el adulto en lugar de la comprensión y el cariño que otras habitualmente desencadenan. A la conmoción y a la confusión que sufre el niño que ha perdido su hermanito, hermanita, abuelo, abuela, papá o mamá se le añade la falta de atención adecuada de otros familiares que lloran esa misma muerte y que no pueden asumir adecuadamente la responsabilidad normal de cuidar al niño.

¿Deben los niños asistir al velatorio?

cementerio3No se debe obligar a un niño asustado a ir al velatorio o al entierro de un ser querido; sin embargo, el honrar o recordar a la persona de alguna manera, como por ejemplo, encender una velita, decir plegarias, preparar un álbum de recortes, revisar las fotografías o el contar una historia, puede ser de mucha ayuda. A los niños se les debe de permitir el expresar su pérdida y pena como ellos crean.

¿Cuáles son las reacciones de un niño ante la muerte de un familiar?

Los padres deben de estar conscientes de cuáles son las reacciones normales de los niños ante la muerte de un familiar, así como de las señales que indican que el niño está teniendo dificultad enfrentándose a la pena. Es normal que durante las semanas siguientes a la muerte algunos niños sientan una tristeza profunda o que persistan en creer que el familiar querido continúa vivo. Sin embargo, la negación a largo plazo a admitir que la muerte ocurrió, o el evitar las demostraciones de tristeza, no es saludable y puede resultar en problemas más severos en el futuro.

Una vez que el niño acepta la muerte, es normal que manifieste su tristeza de vez en cuando a través de un largo período de tiempo, a veces en momentos inesperados. Sus vela-thumbparientes sobrevivientes deben de pasar todo el tiempo posible con el niño y hacerle saber bien claro que tiene permiso para manifestar sus sentimientos libre y abiertamente.

Si la persona muerta era esencial para la estabilidad del mundo del niño, la ira es una reacción natural. Esta ira se puede manifestar en juegos violentos, pesadillas, irritabilidad o en una variedad de otros comportamientos. A menudo el niño mostrará enojo hacia los miembros sobrevivientes de la familia.

Después de la muerte de un padre o una madre, muchos niños actuarán como si tuviesen menor edad. El niño temporalmente actúa de manera más infantil exigiendo comida, atención, cariño y habla como un bebé. Los niños más pequeños frecuentemente creen que ellos son la causa de lo que sucede a su alrededor. El pequeño puede creer que su papá, abuelito, hermano o hermana se murió porque él una vez cuando tenía coraje deseó que se muriera. El niño se siente culpable porque cree que su deseo “se realizó”.

¿Cómo afrontar la pérdida de un ser querido? (II)

Buscando estrellas (para afrontar la pérdida de un ser querido)


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Carlos había oído a su abuelito contar aquella historia muchas veces:

– El alma de cada uno de nosotros es un bicho inquieto. Siempre está buscando estar alegre y ser más feliz. ¿lo notas? esas ganas de sonreír, de pasarlo bien yHadas%20de%20Disney ser feliz, son la señal de que tu alma siempre está buscando. Pero claro, como las almas no tienen patas, necesitan que les lleven de un sitio a otro para poder buscar, y por eso viven dentro de un cuerpecito como el tuyo y como el mío.

– ¿Y nunca se escapan?- preguntaba siempre Carlos.

– ¡Claro que sí!- decía el abuelo- Las almas llevan muy poquito tiempo dentro del cuerpo, cuando se dan cuenta de que el sitio en el que mejor se está es el Cielo. Así que desde que somos muy pequeñitos, nuestras almas sólo están pensando en ir al cielo y buscando la forma de llegar allí.

– ¿Y cómo van al cielo? ¿volando?

– ¡Pues claro! – decía alegre el abuelito.- Por eso tienen que cambiar de transporte, y en cuanto ven una estrella que va al cielo, pegan un gran salto y dejan el cuerpo tirado.

– ¿Tirado? ¿Y ya no se mueve más?

velitas – Ni un poquito. Aquí decimos que se ha muerto y nos da pena, porque son nuestras almas las que dan vida a los cuerpos y hacen que queramos a las personas. Pero ya te digo que son bichos muy inquietos, y por eso en cuanto encuentran su estrella se van sin preocuparse. Muchas almas tardan mucho tiempo en encontrarla, ¡fíjate yo qué viejecito soy! Mi alma lleva buscando su estrella muchísimos años, y aún no he tenido suerte. Pero algunas almas, las que hacen los niños más buenos o los mejores papás, también saben buscar mejor, y por eso encuentran su estrella mucho antes y nos dejan.

– ¿Y yo tengo alma? ¿Está buscando su estrella?

– Sí Carlitos. Tú eres tu alma. Y el día que encuentres tu estrella, te olvidarás de nosotros y te irás al cielo, a pasártelo genial con las almas de todos los que ya están allí.

Y entonces Carlitos dejaba tranquilo al abuelo y se iba alegre a buscar una estrellita cerca del río, porque en toda la pradera no había mejor sitio para esconderse.»

Por eso el día que el abuelo les dejó, Carlos lloró sólo un poquito. Le daba pena no volver a ver a su abuelito ni escuchar sus historias, pero se alegraba de que por fin el alma del abuelo hubiera tenido suerte, y hubiera encontrado su estrella después de tanto tiempo.

Y sonreía al pensar que la encontró mientras paseaba junto al río, donde tantas y tantas veces había buscado él la suya…

por Pedro Pablo Sacristan

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