El perro que no ladra


Este perro de tamaño pequeño-mediano tiene una cola muy curvada y la frente arrugada. El pelaje es brillante, corto y suave y puede ser rojo y blanco, negro y blanco, negro, canela y blanco, tricolor o con muchos colores mezclados. 

Es en África donde hay que buscar los orígenes del perro basenji cuyo nombre deriva del de la población de los “bashingi” en la región del río Congo. En realidad, es al este, en el corazón de la región boscosa del Ituri, donde se encuentran los primeros vestigios de esta raza. Hace unos cuantos milenios, este perro era el compañero de caza que preferían los pigmeos. Según afirma la leyenda, hasta era capaz de luchar contra los leones, aunque la realidad es mucho más modesta. Lo que en realidad cazaba el basenji eran aves y antílopes. Los africanos creían que el perro alejaba a los malos espíritus, y por eso le confiaron la guarda de sus chozas.

Fue descubierto por los egipcios que después de adoptarlo como perros de compañía, llegaron hasta a adorarlo y a convertir al basenji en un perro sagrado llegando a llamarlo «perro de Keops«. Como tal aparecía en los sepulcros pues se creía que acompañaba a los muertos en el más allá. Por otro lado, en un gran número de tumbas de 3.600 a J.C. aproximadamente se han encontrado representaciones de una raza canina absolutamente idéntica a la del basenji actual.

El basenji no consiguió implantarse en Gran Bretaña hasta 1937 y en Estados Unidos hasta 1941.

Esta raza, despierta, independiente, autosuficiente y prácticamente inodora es muy similar a un gato y hasta se ha visto a estos perros escalar árboles y vallas como los felinos.

Hay un punto en el que se debe insistir, el basenji es un perro de raza. Dicha precisión no tiene nada de superflua, pues en África se encuentran muchos perros que se le parecen pero que en realidad son cruzados y mestizos. El basenji de verdad se reconoce bastante fácilmente porque tiene una particularidad que a priori es inimitable: no ladra sino que emite sonidos que son una mezcla de risa y “jodler” tirolés. Esta particularidad no la tienen los productos del cruce entre un basenji y cualquier otra raza. Los cruzados y los mestizos ladran, ¡y eso no engaña!.

Educar en valores: saber ganar y perder


“Lo importante en la vida, no es el triunfo sino la lucha. Lo principal no es haber vencido, sino haber luchado.”  Pierre de  Coubertin.

Todos nos alegramos mucho cuando ganamos un juego, a un deporte, a otra persona pero … ¿Y si perdemos?.

En la vida casi todo es competir, competimos diariamente en la familia, en los estudios, en el trabajo, en los negocios, en el deporte, en la sociedad, por el dinero, por el amor, contra las enfermedades, contra la conciencia, contra las virtudes y valores humanos, etc. En esas competiciones se gana o se pierde, muy pocas veces se empata. Por eso es muy importante aprender a saber ganar y a saber perder (respetando al rival y sin hacer trampas)..

Saber ganar no solo es vencer, saber alcanzar unas metas para conseguir prosperar, lograr y obtener los objetivos o triunfos propuestos, sin vanagloriarse, ser egoístas y hacer trampas. Saber perder también es bueno, es aprender una lección que si se aprovecha, se puede sacar de ella una buena experiencias e incalculables beneficios.

Se aprende a perder, perdiendo. En la vida hay que saber perder, aunque se haya entrenado muy duro para ganar.

Enfadarse después de perder es algo normal, no es sólo cosa de niños y llevar a la práctica la famosa frase de consolación «lo importante es participar» es un reto que requiere esfuerzo y voluntad por parte de cada uno. Para los niños es más difícil todavía porque no tienen la madurez emocional necesaria para controlar sus sentimientos, son muy egocéntricos por su condición de niños, desean ser el centro de atención de todos los que les rodean y no llevan bien eso de no obtener lo deseado.

Tener un mal perder lleva a algunos niños a no querer participar en los partidos o competiciones cuando sospechan que van a perder, a abandonar y a echar la culpa al entrenador o a cualquier otro responsable de sus lamentos. Perder con una sonrisa es muy complicado, pero es importante enseñar a nuestros hijos un grado de tolerancia a la frustración para que el mundo no se hunda a sus pies cuando no se logra lo que se desea.

Resulta esencial que nuestros hijos comprendan que unas veces se gana y otras se pierde, que no saber perder hará que se ganen la antipatía de sus compañeros y que ser un tramposo para lograr la victoria sólo conseguirá que los demás le cuelguen el cartel y prefieran no jugar con él porque no practica el juego limpio.

Saber perder con nobleza, ayuda a fortalecerse mentalmente y a tolerar la hipotética frustración, del hecho de aceptar y asumir con humildad, la victoria ajena. No importa sentirse triste y decepcionado, por el gran esfuerzo realizado, pero nunca debe permitirse reacciones desproporcionadas. La honestidad hace verdaderos vencedores, aunque hayan perdido.

Los padres tenemos que enseñar a nuestros hijos, el aprender a ganar, aunque la vida no es un camino de rosas, para que no se crean, más de lo que son y cuando llegue, acepten el perder, no creyéndose ni más ni menos, de lo que son. Enseñarles a tolerar la frustración, de saber perder con dignidad, y en su caso, a saber sobreponerse. También enseñarles el valor del sacrificio, del esfuerzo y del trabajo duro y constante, en su formación y en su autodominio, el cual se forja con el trabajo duro y callado, sin importar, si se gana o si se pierde.

Los que de verdad saben ganar, nunca deben humillar a los que han perdido, deben dar la imagen de discreción, prudencia, sencillez, modestia, humildad, etc.El hecho de ganar, conlleva el saber reconocer el esfuerzo realizado por el contrincante, respetándole, alabándole y reconociéndole su mérito al competir.

Es muy duro y muy difícil, saber perder con elegancia y respeto hacia el que ha ganado, y felicitarle, agradecerle y reconocerle, que lo ha hecho mejor.

Para lograr estos objetivos es fundamental que los niños se acostumbren a oír la palabra NO, porque el NO también educa, que conozcan el verdadero significado de la palabra respeto, que evitará la humillación y el ridículo del perdedor, y que nuestro ejemplo sirva para el comportamiento del niño en el futuro. Ganar unas veces y perder otras es el precio por disfrutar de una actividad compartida.

Por cada victoria que se consigue, uno ha perdido la cuenta de todas las derrotas que ha sufrido, pero eso es lo que hace que cada victoria sea más grande.

¿Cómo hacerlo?:

  • No debemos darle siempre todo lo que pida simplemente para tenerle contento y no oír sus gritos y lamentos. Establecer límites en su vida diaria y que se acostumbre de vez en cuando a escuchar un “no” le ayudará a no enfadarse cuando lo oiga en boca de sus amigos.
  • Enséñales con nuestro ejemplo. Si le dicimos que lo importante es participar y pasar un buen rato y que no hay que enfadarse cuando se pierde, y luego ve a sus padres gritar como locos delante del televisor mientras vemos perder a nuestro equipo de fútbol, difícilmente nos hará caso.
  • También debe saber ganar y no alardear de su victoria ni humillar y ridiculizar al perdedor, puede ser que algún día le paguen con la misma moneda.
  • Cuando juguemos con él a algo, es bueno que le dejemos ganar alguna vez para aumentar su autoestima, pero también que se acostumbre a perder.
  • Mientras jugamos podemos hacer comentarios para enseñar al niño cómo debe reaccionar: “Vaya, lo has hecho muy bien esta vez” o “De acuerdo, he ganado esta partida, pero eres un buen contrincante. No sé si podré ganarte la próxima vez”.
  • Debemos explicar a nuestro hijo lo que puede ocurrir si se enfada al perder. Lo más probable es que acabe cayendo mal a los otros niños y que ninguno quiera jugar con él.
  • No le consintamos que se enfade, chille o actúe antideportivamente. En este caso será mejor excluirle del juego hasta que se calme.
  • Cuando veamos algún espectáculo deportivo con él, hay que incúlcarle que los rivales no son enemigos y que pasar un buen rato es más importante que ganar.
  • Se le debe enseñar a jugar limpio. Hay que establecer reglas y respetarlas, por eso si son pequeños no debe haber muchas. Además, éstas no se pueden cambiar cuando a uno le interesa.

Cuento recomendado: Tomás, «el que siempre aprende», Las sillas mágicas

Parte de: http://www.guiainfantil.com/, http://www.todopapas.com/  y http://blog.micumbre.com/