El hombre del saco (para la obediencia)


Había una vez un matrimonio que tenía tres hijas: Margarita, Rosa y Violeta. Como las tres eran buenas y trabajadoras, como premio, les regalaron un anillito de oro a cada una para que lo lucieran. Un buen día, las dos hermanas mayores, Margarita y Rosa, se reunieron con sus amigas y, pensando qué hacer, se dijeron unas a otras:

– Hoy vamos a ir a la fuente.The 3 Little Sisters_Final

La fuente que quedaba a las afueras del pueblo.

Entonces, Violeta, la más pequeña, le preguntó a su madre si podía ir a la fuente con ellas a lo que la madre contestó:

– No hija mía, eres demasiado pequeña, no vaya a ser que venga el hombre del saco y te lleve.

Pero la niña, que quería ir con sus hermanas mayores, cogió un cesto de ropa, le dijo a su madre que se iba a lavar, y se fue con ellas.

Al ponerse a la faena se quitó el anillo y lo dejó en una piedra que había a su lado. Estaban alegremente jugando en torno a la fuente cuando, de pronto, vieron venir al hombre del saco y se dijeron unas a otras:

– Corramos, por Dios, que ahí viene el hombre del saco para llevarnos a todas -y salieron a todo correr.

Violeta también corrió con ellas, pero se acordó de que se había dejado su anillo en la fuente. Miró hacia atrás y, como no vio a nadie, se volvió a recuperar su anillo; buscó en la piedra, pero el anillo ya no estaba allí. Empezó a mirar por aquí y por allá por ver si había caído en alguna parte pero fue inútil.

hb del saco Entonces apareció junto a la fuente un hombre a quien no había visto nunca antes y le preguntó:

– Buen hombre, ¿ha visto usted por aquí un anillito de oro?

Este le contestó:

-Sí, en el fondo de este zurrón está y ahí lo has de encontrar.

Violeta se asomó al zurrón para cogerlo pero entonces, el hombre le empujó y cerró el zurrón con ella dentro, se lo echó a las espaldas con la niña guardada en su interior y se marchó camino adelante. La niña lloraba sin consuelo arrepentida por haber desobedecido a su madre.

Por el camino le dijo el hombre:

– Cuando yo te diga: «Canta, zurroncito, canta, que si no te hinco la lanza», tú tienes que cantar.

Por supuesto Violeta, que estaba muerta de miedo, así lo hizo.

Caminaron así pueblo tras pueblo, diciendo el hombre del saco que tenía un zurrón mágico que cantaba. La gente de agrupaba a su alrededor muerta de curiosidad y le daba dinero para que el zurrón cantara. Así, él le decía:

. “Canta zurroncito canta, que si no, te hinco la lanza”

Y Violeta contestaba:

“Por el anillito de oro

que en la fuente me dejé,

En un zurrón me han metido

y en zurrón moriré.”

La gente se quedaba perpleja y en cada uno de los pueblos que visitaban, ¡el zurrón creaba expectación!.El-hombre-del-saco

Pero un día llegaron al pueblo en el que vivían los padres y hermanas de Violeta que estaban muy desconsolados desde que se perdió.

Como de costumbre, puso el saco en el suelo delante de toda la gente entre los que se encontraban ellos y dijo:

. “Canta zurroncito canta, que si no, te hinco la lanza”

Y Violeta contestó:

“Por el anillito de oro

que en la fuente me dejé,

En un zurrón me han metido

y en zurrón moriré.”

A su familia les sonó la voz del zurrón y se imaginaron que era ella.Pero ¿cómo la sacarian de allí?. Entonces urdieron un plan.

La madre le propuso:

– Buen hombre, comprendo que estarás muy cansado de ir de un sitio para otro, si quieres puedes quedarte esta noche en nuestra casa, podrás comer bien y dormir mejor.

Por supuesto él se frotó las manos, así no le costaría nada la cena ni el alojamiento.

Cuando llegaron, le pusieron por delante buena comida con vino abundante, así que cuando terminó se quedó profundamente hb d sacodormido.

Fue entonces cuando los padres aprovecharon para sacar a la niña del saco, que, arrepentida, les contó todo lo que le había sucedido. Después introdujeron en el saco a un gato y a un perro en el lugar de la niña.

Cuando el hombre se levantó por la mañana, no sospechaba nada y siguió su camino al siguiente pueblo.

Cuando llegó a su siguiente destino reunió a la gente y anunció, como de costumbre, que llevaba consigo un zurrón mágico que cantaba, se formó un corro de gente, recogió las monedas, y luego dijo:

“Canta zurroncito canta, que si no, te hinco la lanza”

Pero ¡el saco no cantaba!. Insistió:

“Canta zurroncito canta, que si no, te hinco la lanza”

Y el saco seguía sin cantar, la gente empezaba a reírse de él y también a amenazarle.

Por tercera vez insistió escamado, pensando dar un buen escarmiento a la niña si no abría la boca:

“Canta zurroncito canta, que si no, te hinco la lanza”

Y el saco no cantó.

Enojado abrió el saco para ver qué pasaba y entonces saltaron el gato y el perro furiosos por haber estado encerrados, maullando y ladrando, y saltaron fuera del saco. El perro le dio un mordisco en las narices que se las arrancó y el gato le llenó la cara de arañazos.

La gente del pueblo, pensando que se había querido burlar de ellos, lo expulsaron de allí con palos y varas y … salió tan deprisa, que aún hoy sigue corriendo asustado.

Cuento popular español

2 comentarios en “El hombre del saco (para la obediencia)

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.