Blancanieve y Rosaroja – Hermanos Grimm (2ª parte)


Algún tiempo después, envió la madre a sus hijas a recoger madera seca al bosque, vieron un árbol muy grande en el suelo, y una cosa que corría por entre la yerba alrededor del tronco, sin que se pudiera distinguir bien lo que era. Al acercarse distinguieron un pequeño enano, con la cara vieja y arrugada y una barba blancaimages de una vara de largo. Se le había enganchado la barba en una hendidura del árbol, y el enano saltaba como un perrillo atado con una cuerda que no puede romper; fijó sus ardientes ojos en las dos niñas y les dijo:

-¿Qué hacéis ahí mirando? ¿Por qué no venís a socorrerme?

-¿Cómo te has dejado coger así en la red, pobre hombrecillo? – le preguntó Rosaroja.

-Tonta curiosa -replicó el enano-, quería partir este árbol para tener pedazos pequeños de madera y astillas para mi cocina, pues nuestros platos son chiquititos y los tarugos grandes los quemarían; nosotros no nos llenamos de comida como los vuestros que sois groseros y tragones. Ya había introducido la cuña en la madera, pero era demasiado resbaladiza; ha saltado en el momento en que menos lo esperaba, y el tronco se ha cerrado tan pronto, que no he tenido tiempo para retirar mi hermosa barba blanca que se ha quedado enredada. ¿Os  reís, simples? ¡Qué feas sois!

Por más que hicieron las niñas no pudieron sacar la barba que estaba cogida como con un clavo.

-Voy a buscar gente -dijo Rosaroja.

-¿Llamar gente? -exclamó el enano con su ronca voz- ¿no sois ya demasiadas vosotras dos, imbéciles borricas?

-Ten un poco de paciencia -dijo Blancanieve- y todo se arreglará.

Y sacando las tijeras de su bolsillo le cortó la punta de la barba. En cuanto el enano se vio libre, fue a coger un saco lleno de oro que estaba oculto en las raíces del árbol, diciendo:

-¡Qué animales son esas criaturas! Cortar la punta de una barba tan hermosa! El diablo las lleve.

Después se echó el saco a la espalda y se marchó sin mirarlas siquiera. byr

Algunos meses después fueron las hermanas a pescar al río; al acercarse a la orilla vieron correr una especie de saltamontes grande, que saltaba junto al agua como si quisiera arrojarse a ella. Echaron a correr y conocieron al enano.

-¿Qué tienes? -dijo Rosaroja- ¿es que quieres tirarte al río?

-¡Qué bestia eres! -exclamó el enano- ¿no ves que es ese maldito pez que quiere arrastrarme al agua?

Un pescador había echado el anzuelo, mas por desgracia el aire enredó el hilo en la barba del enano, y cuando algunos instantes después mordió el cebo un pez muy grande, las fuerzas de la débil criatura no bastaron para sacarle del agua y el pez que tenía la ventaja atraía al enano hacia sí, quien tuvo que agarrarse a los juncos y a las yerbas de la ribera, a pesar de lo cual le arrastraba el pez y se veía en peligro de caer al agua. Las niñas llegaron a tiempo para detenerle y procuraron desenredar su barba, pero todo en vano, pues se hallaba enganchada en el hilo. Fue preciso recurrir otra vez a las tijeras y cortaron un poco de la punta. El enano exclamó entonces encolerizado:

-Necias, ¿tenéis la costumbre de desfigurar así a las gentes? ¿No ha sido bastante con haberme cortado la barba una vez, sino que habéis vuelto a cortármela hoy? ¿Cómo me voy a presentar a mis hermanos? ¡Ojalá tengáis que correr sin zapatos y se os desuellen los pies!

Y cogiendo un saco de perlas que estaba oculto entre las cañas, se lo llevó sin decir una palabra y desapareció en seguida detrás de una piedra.

byr3 Poco tiempo después envió la madre a sus hijas a la aldea para comprar hilo, agujas y cintas. Tenían que pasar por un erial lleno de rosas, donde distinguieron un pájaro muy grande que daba vueltas en el aire, y que después de haber volado largo tiempo por encima de sus cabezas, comenzó a bajar poco a poco, concluyendo por dejarse caer de pronto al suelo. Al mismo tiempo se oyeron gritos penetrantes y lastimosos. Corrieron y vieron con asombro a un águila que tenía entre sus garras a su antiguo conocido el enano y que procuraba llevárselo. Las niñas, guiadas por su bondadoso corazón, sostuvieron al enano con todas sus fuerzas, y se las hubieron también con el águila que acabó por soltar su presa; pero en cuanto el enano se repuso de su estupor, les gritó con voz gruñona:

-¿No podíais haberme cogido con un poco más de suavidad, pues habéis tirado de tal manera de mi pobre vestido que me se ha hecho pedazos? ¡Qué torpes sois!

Después cogió un saco de piedras preciosas y se deslizó a su agujero en medio de las rosas. Las niñas estaban acostumbradas a su ingratitud y así continuaron su camino sin hacer caso, yendo a la aldea a sus compras.

Cuando a su regreso volvieron a pasar por aquel sitio, sorprendieron al enano que estaba vaciando su saco de piedras preciosas, no creyendo que transitase nadie por allí a aquellas horas, pues era ya muy tarde. El sol al ponerse iluminaba la pedrería y lanzaba rayos tan brillantes, que las niñas se quedaron inmóviles para contemplarlas.

-¿Por qué os quedáis ahí embobadas? -les dijo, y su rostro ordinariamente gris estaba enteramente rojo de cólera.

Iba a continuar insultando cuando salió del fondo del bosque un oso completamente negro, dando terribles gruñidos. El enano quería huir lleno de espanto, pero no tuvo tiempo para llegar a su escondrijo, pues el oso le cerró el paso. Entonces le dijo suplicándole con un acento desesperado: byr4

-Perdonadme, querido señor oso, y os daré todos mis tesoros, todas esas joyas que veis delante de vos, concededme la vida. ¿Qué ganareis con en matar a un miserable enano como yo? Apenas me sentiríais entre los dientes. ¿No es mucho mejor que cojáis a esas dos malditas muchachas, que son dos buenos bocados, gordas como codornices? Cómetelas, en nombre de Dios.

Pero el oso, sin escucharlo, dio a aquella malvada criatura un golpe con su pata y cayó al suelo muerta.

Las niñas se habían salvado, pero el oso les gritó:

-¿Blancanieve? ¿Rosaroja? No tengáis miedo, esperadme.

Reconocieron su voz y se detuvieron, y cuando estuvo cerca de ellas, cayó de repente su piel de oso y vieron a un joven vestido con un traje dorado.

– Soy un príncipe -les dijo- ese infame enano me había convertido en oso, después de haberme robado todos mis tesoros. Me había condenado a recorrer los bosques bajo esta forma y no podía verme libre más que con su muerte. Ahora ya ha recibido el premio de su maldad.

Blancanieve se casó con el príncipe y Rosaroja con un hermano suyo y repartieron entre todos los grandes tesoros que el enano había amontonado en su agujero. Su madre vivió todavía muchos años tranquila y feliz cerca de sus hijas. Tomó los dos rosales y los colocó en su ventana, donde daban todas las primaveras hermosísimas rosas blancas y encarnadas.

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3 comentarios en “Blancanieve y Rosaroja – Hermanos Grimm (2ª parte)

  1. No conocía este cuento y me ha encantado para enseñar el valor de la generosidad. Aunque quizás sea un poco largo y haya que adaptarlo para niños de 3 años. No obstante, es muy lindo.

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