Cuenta la mitología griega que el origen del invierno se debe a que, Hades, dios del inframundo, se enamoró y raptó a la bella Perséfone (hija de Zeus y Deméter) cuando se hallaba en compañía de sus amigas las ninfas. En el momento en que va a coger un narciso, la tierra se abre y por ella Hades la toma y se la lleva para hacerla su esposa. Zeus le ordena que la devuelva a Deméter, (agricultura, de los cereales, de la naturaleza en general) sin embargo, Hades engaña a Perséfone y le hace comer semillas de granada, comida del inframundo, que la obliga a quedarse allí para siempre; de esta forma, Perséfone se convirtió en la diosa de los Infiernos.
Pero Deméter, sin su hija, cayó en una profunda depresión que hizo que en la tierra se
destruyeran las cosechas y causando el hambre entre los seres humanos, lo que les llevaba a la muerte. La diosa permaneció en la tierra mientras buscaba a su hija, disfrazada de anciana sin comer ni dormir, encontró refugio en el pueblo de Eleusis, en la región de Ática, donde comenzó a cuidar al hijo de una de las grandes familias de la zona.
Zeus, viendo que la tierra quedaba desolada, las plantas se secaban y morían, llegó a un acuerdo con Hades de tal forma que repartió el año de tal manera que Perséfone pasara seis meses con Deméter y seis meses con él. Durante el tiempo en que su hija se encontraba con Hades, Deméter se entristecía y provocaba el invierno, pero la alegría del rencuentro con su hija hacía que la tierra volviera a florecer y que los campos volvieran a dar su fruto.
Así encontraron su origen las estaciones. Durante el tiempo que pasaba Perséfone en el Inframundo con Hades, Deméter caería en la tristeza, por lo que la tierra también lo haría con ella, dando lugar al otoño y al invierno. Cuando regresaba con su madre, la alegría del rencuentro haría que esa depresión desapareciera y con su alegría todo volviese a florecer, dando lugar a la primavera y al verano.
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