La palabra «Pegaso» proviene de pagé que significa en griego “manantial”, por eso donde pisaba este caballo alado, brotaba el agua mágicamente de su huella.
Como era un caballo mágico muchos hombres quisieron poseerlo pero ninguno podía atraparlo. Hasta que llegó Belerofonte, príncipe de Corinto, que le pidió ayuda a la diosa Atenea para capturar a Pegaso y ésta le regaló unas bridas de oro con las que le sería fácil domarlo. Belerofonte fue con las bridas al prado preferido del caballo donde lo encontró paciendo tranquilamente y cuando se le acercó se dejó montar sin resistirse.
Desgraciadamente Belerofonte se volvió muy orgulloso y se paseaba montado en Pegaso diciendo que podía volar como los dioses. Un día se atrevió a subir al monte Olimpo y cuando lo vio Zeus, el padre de todos los dioses, se enfadó mucho y lo castigó haciendo que una mosca picara a Pegaso y tiró a Belerofonte al suelo desde lo alto del Olimpo.
Desde entonces Belerofonte anda solo por el mundo, rechazado por los dioses, sin poder hablar con nadie.
Pegaso se quedó a vivir en el monte Olimpo ayudando a Zeus a llevar sus rayos que en agradecimiento lo convirtió en la constelación de Pegaso y por eso todas las noches nos mira desde el cielo.
Nos acompaña en esta ocasión un fragmento de la Pastoral de Beethoven:
que lindo me encanta
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my little pony
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