Esta opinión, universalmente extendida, tiene un fundamento indiscutible; El perro es doméstico desde la más remota antigüedad (ya era compañero del hombre en la Edad del Bronce) y siempre ha sido una excelente ayuda en la más diversas tareas caza, pastoreo, vigilancia, tiro, etc. Sus cualidades como animal de compañía le hacen también insustituible. Son proverbiales sus inteligencia, su nobleza, su sociabilidad y, sobre todo, una lealtad que, si ha sido bien educado, le liga a su dueño por encima de su propia vida. Un ejemplo clarísimo de todas las virtudes mencionadas, es el de aquellos perros “lazarillo” que, con un período de entrenamiento, sirven de guía a sus dueños ciegos. También son dignos de mención, los famosos perros “San Bernardo”, que en la peligrosa cordillera de los Alpes ayudan al rescate de los montañeros perdidos.