Cantó la cigarra durante todo el verano, retozó y descansó, y se ufanó de su arte, y al llegar el invierno se encontró sin nada: ni una mosca, ni un gusano.
Fue entonces a llorar su hambre a la hormiga vecina, pidiéndole que le prestara de su grano hasta la llegada de la próxima estación.
— Te pagaré la deuda con sus intereses; — le dijo –antes de la cosecha, te doy mi palabra.
Mas la hormiga no es nada generosa, y este es su menor defecto. Y le preguntó a la cigarra:
— ¿ Qué hacías tú cuando el tiempo era cálido y bello ?
— Cantaba noche y día libremente — respondió la despreocupada cigarra.
— ¿ Conque cantabas ? ¡ Me gusta tu frescura ! Pues entonces ponte ahora a bailar, amiga mía.
No pases tu tiempo dedicado sólo al placer. Trabaja, y guarda de tu cosecha para los momentos de escasez.
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Me encanto la historia
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