Hace poco tiempo, mi mamá me había comprado una mochila azul para la escuela. El primer día que la usé fue muy normal, pero el segundo día, algo raro pasó. Sentí que alguien me hablaba y me volví hacia atrás, vi que nadie me seguía. De pronto, una voz me dijo:
– Soy yo, tu mochila.
– ¿Mi mochila? , grité asustada.
– Sí, soy tu mochila.
– ¡Pero si las mochilas no hablan!, le contesté.
– Lo sé, sé que las mochilas no hablan, pero yo soy única, soy mágica y puedo hablar contigo. Por ejemplo, puedo convertir un trozo de madera en una mariposa y te puedo ayudar con tus tareas de la casa y de la escuela. También puedo contarte cuentos por la noche. Pero todo esto es si me cuidas y si adivinas la adivinanza que te diré, así haré todo lo que te dije.
Entonces yo, muy sorprendida y contenta, acepté su propuesta. Ella complacida, inmediatamente, me hizo saber la adivinanza:
Una cajita blanca
Blanca como la cal,
Todos me saben abrir
Y nadie me sabe cerrar.
Yo le respondí: ¡el huevo!. Entonces, me felicitó y me dijo:
Así me gusta, me gusta tener una dueña astuta e inteligente, por eso te quiero mucho, por tu inteligencia.
Después de esas palabras, me sentí orgullosa de mí y de mi mochila, que cuidaré toda la vida.
Autora: Lanela del Rosario Rodríguez Rodríguez
Niña Escritora de cuentos infantiles
Artemisa Habana Cuba
oye noleentendi a eso de que se trata que ejemplo daria yo a mi clase con ese juego
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